lunes, 17 de diciembre de 2007

La noticia.

Se terminaba la hora. Las conclusiones eran pocas. Decidieron tomar un descanso para airear el trabajo y salieron en grupos de a dos.

Se terminaba la hora. No había nada nuevo y lo viejo no servía.

Se terminaba la hora cuando alguien decidió desistir argumentando que no valía la pena, que no había nada por que quedarse y que era mejor estallar ahí que dejar consumirse.

Se terminaba la hora y descubrieron que la nieve tiene dos nombres.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Q&A

Yo me hacía un lazo en la cabeza mientras me veía en el espejo. Carlos estaba sentado en mi cama viéndome también.

Le guiñé el ojo, terminé de peinarme y me dispuse a darle un beso, en el cachete porque aún era muy pronto.

Él me preguntó: "Mercela, ¿me quieres?" y yo le dije: "Como una pieza de rompecabezas a otra".

"No me gusta esa respuesta" dijo Carlos... Y era porque él sabía que primero había que probar con muchas piezas, para llegar a encontrarnos y encajar.

Aun así salimos juntos del cuarto viendo al piso y esta escena se repitió una y otra vez.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Los diez asaltos.

En la espera no advirtió nunca la historia que estaba haciendo en ese momento. La magnitud de la circunstancia lo consumía y lo cegaba al punto de no saber a ciencia cierta qué hacía.

En la mesa esperaba un teléfono por ser utilizado, y la lámpara prendida era la única testigo del asunto. Llegó a pensar que no había vértice posible entre los dos lados en cuestión.

La poca creíble disputa entre el aparato y él se había convertido en una lucha feudal. Su capacidad de razonar estaba tan corrupta que ya sólo podía pensar en todos los mecanismos que hacían posibles las telecomunicaciones y de cómo podrían ser afectados, todos y cada una de ellos, parte por parte, luego descubrió que nada podía impedir la libre comunicación, que estaba todo tan perfecto que arruinaba cualquier coartada, descubrió que era todo cuestión de rieles incompletos para el tren de la intención. La voluntad, entonces, se le puso en contra.



Para la que nunca escampa.

martes, 6 de noviembre de 2007

A por patillas por la sed

¡Asco! Fue lo pimero que escuchó Mikaela al bajar el último escalón de las escaleras.

Iba de salida a la fruteria a comprar patillas; pero al escuchar el grito de la conserje volteó a su derecha y la consiguió viéndose en el espejo.

No se trataba de una cucaracha o una rata que se había atravesado en su camino, era ella misma.

Mikaela no dijo nada y salió del edificio.

Lo último que se imaginaría Mikaela en su camino a la frutería era conseguir a una persona que se odiara a ella misma.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Cirugía

Se venía el vendaval, de sur a oeste, como siempre. Se veía incontrolable, haciendo ruido y anunciando todo lo que un vendaval puede anunciar.

La gente lo comentaba en las calles, los periódicos se jactaban de la noticia y las canciones y los cuentos ya hablaban sobre él.

La solución fue contundente: Un muro de contención hasta que sepamos qué hacer, dijo la autoridad alegando que eso, el vendaval, no podía pasar.

Así se calman los estallidos.

lunes, 29 de octubre de 2007

Sucede así

Quizás demasiado tarde entendió que hay cosas, ciertas cosas, que no cambian nunca.

sábado, 27 de octubre de 2007

Rendez-vous

Quedaron a las cinco de la tarde para un perro caliente juntos, él se llevó a su perro y él no.

Dos horas más tarde caminaban juntos sin decir nada, no sabían como romper el hielo. Él, halaba la cuerda para que el perro no fuera tan rápido y así poder seguirle el paso con sus piernas de 42 años; mientras que él intentaba hacer un cubo de rubick, al mismo tiempo que pensaba qué decir.

-¡Cuidado!- Gritó él... Fue lo último que le dijo.

Y sólo quedaron el perro y él, viéndose como si fuera la primera vez que lo hubieran hecho.

De buenas a primeras

—Buenas tardes.
—Buenas.
—¿Qué desea?
—Unas cotufas medianas, por favor.
—¿De tomar?
—A ver… ¿Tienes Pepsi Light?
—No, Coca-Cola.
—Entonces mejor dame un té.
—Aquí tiene sus cotufas, ya le doy el té.
—Ok. ¿Cuánto es?
—Son 15.000 bolívares.
—Toma.
—Disculpe, no tengo cambio de 20.000 bolívares. ¿Quiere completar con alguna otra cosa?
—Bueno, podría darme una primera oportunidad.
—¿Cómo?
—Una primera oportunidad.
—Disculpa, no te entiendo.
—Un beso.
—¿Ah?
—Eso: un beso.
—¿Estás hablando en serio?
—Sí, chao.

Y él la vio entrar en la sala mientras el billete se derretía en su puño cerrado.

jueves, 25 de octubre de 2007

El origen

No había que discutir nada, en verdad, absolutamente nada más, cuando a alguien se le ocurrió preguntar qué era lo que pasaba en los caminos de regreso.

Nadie entendió la pregunta, pero luego de un silencio, él respondió sin que le temblara la voz.

-Ella llueve cada mañana

Nadie entendió la respuesta, y, viéndose entre ellos los más presentes, entendieron que no había más nada que discutir.

martes, 23 de octubre de 2007

Dame la mano y ya

Ella después de muchos años -menos de diez- le dijo que era su amiga... sí, sólo su amiga.

Esperando una respuesta, tomó agua y comió pan, sabiendo que a él le había gustado mucho saberlo.

Volvió a tomar agua y siguió esperando...

Lo que ella sabía desde hace muchos años -menos de diez- es que él pensaba igual... aunque nunca se lo dijera.

Un truco de magia

La condición era verse dos veces, no más que eso, no menos que eso.

La primera, como todo primer encuentro, acabaría con una sonrisa. La segunda, como todo segundo encuentro, con un beso.

Aquí la cara ya se le había puesto blanca del susto y murmuró:

—¿Dos veces?, ¿sólo dos veces?

Él también la veía a ella

Cuando ella lo vio, él tenía un sombrero. Y aunque a los hombres les molesta que los vean más de diez segundos (por eso de la pena), a él le gustó que ella lo viera... y lo viera... y lo viera...

Este tipo de cosas

Y te digo que no es fácil. A veces, sobre todo en las mañanas y en las tardes, es casi imposible no volver. No ser complaciente contigo y conmigo, darme y darte una posibilidad, un pedazo de papel, una canción. Con los lentes de sol puestos, claro. Que nadie me vea. Apenas es un instante, ¿no crees? No necesario sino querido. Volver. Ni como hábito ni como costumbre. Más bien como un saltamonte urbano, como esas cosas que distinguen: los besos en la nariz. Muy pocos los dan en la nariz. Bueno, pues es así. Las sombras ya no son las mismas, tengo puestos los lentes. Yo me asomo a verte como para volver. Para estas letras, para un café. Y volver así no es volver. Es mucho más que eso, es estar donde nadie nos ve.

Dormir sin ti

Parados en la orilla del mar de Alincha, en la costa de Veracruz, Mónica y Luis vieron cómo la noche levantaba una niebla espesa de las calmadas olas que dormían a esperas del sol.

—Tetis, le dijo Mónica

Luis no volteó.