miércoles, 17 de septiembre de 2008

La Muerte Amarilla y Quienes Quedan Vivos. (Capítulo primero: El Día Azul.)


Quienes cuentan lo que pasó, aún no se han dado cuenta de que siguen vivos. Para decirlo mejor, la multitud curiosa por el momento, no deja que quienes siguen vivos estén al tanto de su condición. Nueve personas están ahí para contarlo. Son ellos, envueltos en mantas rojas, los más impares de los números.

La condición humana se explica mejor si uno se queda callado. Por eso cuando se habla del día de La Muerte Amarilla, uno debe callar y tratar de no mencionar nada que se pueda tomar como un intento de explicación o de hipótesis de su causa, y mucho menos de sus consecuencias, porque ese día es de la naturaleza humana. Es ofensivo. Humillante.

Ocurre como último día de una serie de sangre que constó de tres jornadas. Si alguien hubiese dicho lo que se venía, lo hubiesen tildado de loco.

El primero de los días pasaba por un lunes envuelto e inclinado hacia un ambiente político. La ciudad se encerraba y se asomaba por las ventanas para ver, de nuevo, una caravana propagandista en pro a un candidato de turno. Habiendo anunciado el evento con dos semanas de anticipación y con morbosa insistencia, el evento se prestaba para cualquier acto reaccionario.

El primer anuncio se vio en una pared totalmente blanca que oculta un estacionamiento público. Sin errores ortográficos, y con un alto nivel de caligrafía básica, se leía en letras rojas: "Azul, el día en que todos somos príncipes". De las nueve personas que se reunieron a las afueras del edificio el día de La Muerte Amarilla, sólo Marcel vio el primer anuncio.

Convocatoria estratégica a las 10:00 am para reunir a la masa completa a las 11:45 am, pipotes de basura pintados con la bandera del partido, banderines, panfletos y fotos, chapas, gorras y bolígrafos. Las cajas llegan a las ocho, el camión sale a las 10. Linda no va a venir porque se le muró un familiar, no tenemos a nadie en base. La policía se presta, entonces, para controlar el traslado y la seguridad general del paso, sin ningún tipo de supervisión. Este día todos somos príncipes. Azules. Agua. ¿Ya llamaron a preguntar quién nos va a recibir? Vamos saliendo, hablamos ahora.

Tres personas de las que no saben que están vivas, vieron ese día pasar un camión de frutas con alto parlantes que repetían: "Para ver mierda que traigan a un ciego", "Somos una sola voz", "Cultura para ser libres". El camión, que efectivamente era de frutas, lo manejaba el líder de un grupo de profesores que no comulgaban con la reelección que se publicitaba. El maestro "dolor" Moreno, ex alcalde, y dicho líder, no llego a enterarse que de La Muerte Amarilla se podía sobrevivir.


Son las diez y veinte. Dos personas, marido y mujer, en camino para la congregación, se detienen a leer un anuncio en la pared. "Azul, al grito todos seremos reyes". La esposa pensó más en el escrito que el esposo. Dos días después, se recordarían entre ellos que están vivos.


-Estamos vivos.


- ¿Qué?


- Estamos vivos.


- No entiendo.


- Estamos vivos.


Al menos ellos lograron llegar.