La condición era verse dos veces, no más que eso, no menos que eso.
La primera, como todo primer encuentro, acabaría con una sonrisa. La segunda, como todo segundo encuentro, con un beso.
Aquí la cara ya se le había puesto blanca del susto y murmuró:
—¿Dos veces?, ¿sólo dos veces?
martes, 23 de octubre de 2007
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