¡Asco! Fue lo pimero que escuchó Mikaela al bajar el último escalón de las escaleras.
Iba de salida a la fruteria a comprar patillas; pero al escuchar el grito de la conserje volteó a su derecha y la consiguió viéndose en el espejo.
No se trataba de una cucaracha o una rata que se había atravesado en su camino, era ella misma.
Mikaela no dijo nada y salió del edificio.
Lo último que se imaginaría Mikaela en su camino a la frutería era conseguir a una persona que se odiara a ella misma.
martes, 6 de noviembre de 2007
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