No había que discutir nada, en verdad, absolutamente nada más, cuando a alguien se le ocurrió preguntar qué era lo que pasaba en los caminos de regreso.
Nadie entendió la pregunta, pero luego de un silencio, él respondió sin que le temblara la voz.
-Ella llueve cada mañana
Nadie entendió la respuesta, y, viéndose entre ellos los más presentes, entendieron que no había más nada que discutir.
jueves, 25 de octubre de 2007
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