lunes, 29 de octubre de 2007

Sucede así

Quizás demasiado tarde entendió que hay cosas, ciertas cosas, que no cambian nunca.

sábado, 27 de octubre de 2007

Rendez-vous

Quedaron a las cinco de la tarde para un perro caliente juntos, él se llevó a su perro y él no.

Dos horas más tarde caminaban juntos sin decir nada, no sabían como romper el hielo. Él, halaba la cuerda para que el perro no fuera tan rápido y así poder seguirle el paso con sus piernas de 42 años; mientras que él intentaba hacer un cubo de rubick, al mismo tiempo que pensaba qué decir.

-¡Cuidado!- Gritó él... Fue lo último que le dijo.

Y sólo quedaron el perro y él, viéndose como si fuera la primera vez que lo hubieran hecho.

De buenas a primeras

—Buenas tardes.
—Buenas.
—¿Qué desea?
—Unas cotufas medianas, por favor.
—¿De tomar?
—A ver… ¿Tienes Pepsi Light?
—No, Coca-Cola.
—Entonces mejor dame un té.
—Aquí tiene sus cotufas, ya le doy el té.
—Ok. ¿Cuánto es?
—Son 15.000 bolívares.
—Toma.
—Disculpe, no tengo cambio de 20.000 bolívares. ¿Quiere completar con alguna otra cosa?
—Bueno, podría darme una primera oportunidad.
—¿Cómo?
—Una primera oportunidad.
—Disculpa, no te entiendo.
—Un beso.
—¿Ah?
—Eso: un beso.
—¿Estás hablando en serio?
—Sí, chao.

Y él la vio entrar en la sala mientras el billete se derretía en su puño cerrado.

jueves, 25 de octubre de 2007

El origen

No había que discutir nada, en verdad, absolutamente nada más, cuando a alguien se le ocurrió preguntar qué era lo que pasaba en los caminos de regreso.

Nadie entendió la pregunta, pero luego de un silencio, él respondió sin que le temblara la voz.

-Ella llueve cada mañana

Nadie entendió la respuesta, y, viéndose entre ellos los más presentes, entendieron que no había más nada que discutir.

martes, 23 de octubre de 2007

Dame la mano y ya

Ella después de muchos años -menos de diez- le dijo que era su amiga... sí, sólo su amiga.

Esperando una respuesta, tomó agua y comió pan, sabiendo que a él le había gustado mucho saberlo.

Volvió a tomar agua y siguió esperando...

Lo que ella sabía desde hace muchos años -menos de diez- es que él pensaba igual... aunque nunca se lo dijera.

Un truco de magia

La condición era verse dos veces, no más que eso, no menos que eso.

La primera, como todo primer encuentro, acabaría con una sonrisa. La segunda, como todo segundo encuentro, con un beso.

Aquí la cara ya se le había puesto blanca del susto y murmuró:

—¿Dos veces?, ¿sólo dos veces?

Él también la veía a ella

Cuando ella lo vio, él tenía un sombrero. Y aunque a los hombres les molesta que los vean más de diez segundos (por eso de la pena), a él le gustó que ella lo viera... y lo viera... y lo viera...

Este tipo de cosas

Y te digo que no es fácil. A veces, sobre todo en las mañanas y en las tardes, es casi imposible no volver. No ser complaciente contigo y conmigo, darme y darte una posibilidad, un pedazo de papel, una canción. Con los lentes de sol puestos, claro. Que nadie me vea. Apenas es un instante, ¿no crees? No necesario sino querido. Volver. Ni como hábito ni como costumbre. Más bien como un saltamonte urbano, como esas cosas que distinguen: los besos en la nariz. Muy pocos los dan en la nariz. Bueno, pues es así. Las sombras ya no son las mismas, tengo puestos los lentes. Yo me asomo a verte como para volver. Para estas letras, para un café. Y volver así no es volver. Es mucho más que eso, es estar donde nadie nos ve.

Dormir sin ti

Parados en la orilla del mar de Alincha, en la costa de Veracruz, Mónica y Luis vieron cómo la noche levantaba una niebla espesa de las calmadas olas que dormían a esperas del sol.

—Tetis, le dijo Mónica

Luis no volteó.